Maneras de no
querer a tu
hermana

10 de septiembre de 2014

Hoy fue un día súper agotador, estuve toda la mañana en clases y a la tarde tuve que ir al hospital para seguir con las prácticas. Esta vez me tocó con la profe Valeria. Me cae bien porque es joven, inteligente y no deja que ninguno de los doctores viejos la ninguneen por ser mujer. Me encantaría ser como ella cuando me egrese en un par de años, pero no creo tener nunca la confianza para hacer frente a las cosas de esa manera. Sin ir más lejos, estuvo poniéndome de ejemplo toda la clase y haciéndome responder preguntas frente a mis compañeros. Sé que es porque confía en mí, pero me gustaría evitar esa situación que me pone tensa y me vuelve un manojo de nervios.

Acabo de volver de merendar con mamá. Me invitó para desestresarme un poco y estuvo bastante bien. Es mucho más fácil relajarme sin Astrid, porque no tengo que cuidarme de decir algo que le moleste. Tampoco sé si hubiera querido venir porque últimamente prefiere estar sola en su pieza. No parece pasarle nada más que el deseo de estar sola. No es nada nuevo tampoco, así que la dejamos ser.

El fin de semana tuvimos de nuevo un almuerzo familiar con los Roldán. Estaba un poco nerviosa porque no lo veía desde el suceso del beso. Yo sé que estábamos jugando y que estábamos los dos borrachos, pero sentí algo verdadero, y creo que a él también le pasó lo misxmo. Me muero de ganas de que hablemos de lo que pasó pero no me animé a sacarle el tema, y creo que él tampoco. Capaz sea por vergüenza. ¿Le pasarán las mismas cosas que a mí? No sería tan loco, nos conocemos hace una banda de años, crecimos juntos, mis papás lo aman y sus papás me aman a mí. Lidia hasta me regaló un cuaderno nuevo para la facultad, guiñándome el ojo. Le encantaría como nuera, quién dice que quizás un poco se lo imagina, expectante.

Al final no dijimos nada y nos tratamos como siempre, como si fuéramos hermanos. Igual por dentro sentí tantas mariposas en la panza que casi ni comí los ravioles. Si me animo, la próxima semana lo voy a invitar a tomar una cerveza sólo nosotros dos, a ver qué pasa.

Julia

10 de febrero de 2019

Anoche volví a tener ese sueño. Me desperté enredada en las sábanas y cubierta de transpiración, con el corazón tan apretado en un nudo que me dolía en el pecho. Tardé un rato en entender que sólo soñaba. Me toqué la cara y me di cuenta de que había estado llorando. Eso nunca había pasado.

Dicen que los sueños se nos escapan apenas despertamos, pero este siempre se me queda encima, como una segunda piel, como si todavía estuviera pasando. Pasaron cinco años desde ese día y todavía lo tengo conmigo.

Pasé el resto de la noche pensando en el pasado. En Julia y en mamá. En el día que todo se rompió y yo entendí que ese no era mi lugar, que nunca iba a poder ser yo misma ahí.

Creo que siempre tuve la sospecha de cómo eran las cosas. A veces, estando sola, decía mi nombre en voz alta y lo sentía diferente, como si me pesara en la boca. Como si me hubieran marcado desde el principio para ser distinta, y nada de lo que hiciera fuera suficiente para pertenecer.

No como Julia.

“Unos nacen con estrella y otros nacen estrellados”, decía siempre mamá, y yo entendía muy bien a qué se refería. Julia nunca tuvo que intentar demasiado. No sé qué podría haber hecho como ella para que mamá me aceptara. Tampoco entendí a Julia, nunca. Creo que nunca hablamos (ni vivimos) en los mismos términos.

Pensé que irme lejos iba a hacer que duela menos.

Astrid

20 de noviembre de 2014

No puedo dejar de llorar. Hace una semana que no puedo sacarme la imagen de ellos dos besándose en el bar, agarrándose las manos, ni la mirada de sorpresa y terror cuando me descubrieron mirándolos, parada en la puerta. Tampoco puedo sacarme de la cabeza la idea de que me lo hizo a propósito. ¿De todos los chicos de la ciudad, justo ÉL tenía que ser? Astrid también es linda, interesante, realmente podría estar con quien quisiera. Y no puede argumentar que no sabía nada de lo que me pasaba, que no percibía nada de lo que sucedía entre nosotros dos.

Me molesta sentir esto por mi hermanita menor. Se supone que debería cuidarla y protegerla. ¿Qué le hice para que me despreciara tanto? Mamá y papá nunca le exigieron nada, la dejaron ser libre, sin presiones. ¿No se da cuenta de lo fácil que es su vida? ¿Por qué es así conmigo? Siento la traición que me quema por dentro. Astrid está intentando hablar conmigo pero no quiero ni verle la cara, no soporto esta humillación. No voy a volver a pisar el bar.

Julia

23 de febrero de 2019

Mamá está enferma.

Julia no dice mucho, pero creo que es grave. Lo único que puedo pensar es que puede morirse. Todos estos años, toda mi vida, la viví enojada con ella.

Tengo que volver a casa.

Astrid

7 de diciembre del 2015

Hoy estuve pensando en Astrid. Mamá me llamó esta mañana para contarme que mi hermana había decidido no volver a pasar Navidad con nosotros. Ya se cumple un año desde que decidió seguir su carrera en Buenos Aires, y sólo la vi un par de días en julio cuando vino de visita.

Extraño todo lo que había entre nosotras cuando éramos más chicas, las tardes de pileta, los juegos de muñecas. No sé en qué momento de la adolescencia se esfumó esa magia que había. Tampoco sé muy bien por qué.

Los últimos meses antes de irse fueron tensos. Aunque no lo diga en voz alta, es claro que se fue por todo lo que pasó en el bar esa noche de septiembre. Ahora pienso en eso y me parece tonta toda la situación. Cómo mamá se enojó terriblemente con ella. “¿Qué van a pensar los Roldán de nosotros?”, le gritaba mientras yo lloraba desconsolada. Me molesta que sienta que tenga que cuidarme todo el tiempo. Me molesta que no haya cumplido su rol de madre haciéndonos entender que eran cosas de chicas y que todo iba a pasar. Me molesta que se preocupe más por cómo nos vemos frente al resto, que por lo que en verdad pasa en nuestra familia. A veces pienso que podría imitar a Astrid e irme más lejos para poder librarme un poco de esta sofocante protección maternal.

Me gustaría llamarla, pero no sé qué decirle. Me apena pensar que ahora la relación con mi hermana se basa en un par de mensajes de vez en cuando, forzados y formales. Aunque vuelva de Buenos Aires, aunque pueda explicarle que todo ya pasó, el daño está hecho. Sé que se siente herida y fuera de lugar en casa. De todas maneras, aunque lo solucionáramos, ¿qué cambiaría? Lo nuestro estaba roto mucho antes de todo lo que pasó en el Boca de Lobo. Quizás fue un detonante para que tomáramos esta distancia. Quizás es lo mejor para nosotras.

Julia

25 de febrero de 2019

El vuelo sale en unas horas. Antes de ir a casa voy a quedarme un rato en el Boca de Lobo. Para darme coraje, supongo. Es gracioso que el bar todavía siga existiendo, y un poco ridículo que sea el único lugar al que me animo a volver, después de lo que hice ahí. Se siente como si los lugares, los recuerdos, se me vinieran encima como una avalancha.

Si cierro los ojos, todavía puedo sentir el vértigo de esos últimos días. Yo sabía que Julia estaba enloquecida por él. Creo que eso hacía que la electricidad que sentía en la piel cuando lo pescaba mirándome fuera todavía más fuerte. Bajábamos la mirada como si compartiéramos un secreto, y yo sonreía por dentro. En algo, al menos, le estaba ganando. Esa era mi primera victoria contra mi hermana. Era una electricidad como una tormenta, y yo sabía que iba a estallar en cualquier momento.

Estaba mal, y estaba bien. Era mezquino y era la gloria.

Lo busqué. Creo que pensé que me merecía ganar, al menos una vez.

Hoy pienso que hay victorias que no solucionan nada.

Astrid

Julia sintió la necesidad de salir de su casa. El peso del inminente reencuentro entre ambas era insoportable. Caminaba sin destino por aquellas calles que recorrió hasta el cansancio y, sin embargo, se sentía más perdida que nunca. Siguiendo el entramado de las baldosas se dio cuenta de que había ido a parar a la mismísima BOCA DEL LOBO. Pero no estaba dispuesta a dejarse devorar una vez más. Buscó una mesa alejada del murmullo y ordenó una medida de coraje líquido.

Astrid escuchó cómo las puertas del aeropuerto se cerraban casi de una forma condenatoria detrás suyo, aunque sabía que no estaba ahí para ser juzgada, o al menos no estaba dispuesta a serlo. En algún momento durante las dos horas de vuelo creyó que había juntado todo el valor que necesitaba para llamar a la puerta de aquellos que en otro tiempo habían oficiado de familia, pero la imagen de esa ciudad atascada en el tiempo la devolvió a la realidad. Todo el coraje se había desvanecido y su plan A era la única opción.

El aire del bar se sentía viciado de nostalgia y aún así esa era toda la sensación de familiaridad que Astrid añoraba. Una noche de open mic en un bar de mala muerte en una ciudad que se había obligado a olvidar.

Las voces en el escenario no hacían otra cosa que sucederse incesantemente. Pero entonces una de ellas pareció encontrarle palabras a todas esas emociones que llevaba atragantadas:

construimos mundos ideales con personas increíbles

relacionadas de perfectos modos

un futuro rosa de ilusiones circulares

de sublimes formas del amor

Desde una mesa a la sombra del escenario, Julia revisitó cada uno de esos recuerdos con su hermana que había elegido archivar. La perspectiva que da el tiempo y la distancia la hizo anhelar el cariño al que había renunciado. Por una tontería. Por una fantasía. Pensó en que seguramente él ni siquiera las recordaría. Pensó también en que ella tampoco lo recordaba, no muy bien. Quizá realmente no era relevante que se tratara de él, pero sí que estuviese involucrada su hermana. Aceptar que ella había querido alejarla de su vida lastimándola así. Pensó en que no había podido decidir si eso era lo que ella también quería. Simplemente pasó y ya estaba cansada de vivir las consecuencias de una imposición. No tenía dudas de que a pesar del pasado, la extrañaba y la necesitaba.

¿y así jugamos los humanos?

inventando personajes de papel

deformando realidades en mundos de cristales

a punto de estallar

Una y otra estrofa resonaban en la cabeza de Astrid. A pesar de su orgullo, se reconoció humana e imperfecta. Entendió que la soledad era el único premio que había ganado con la que ella había creído su gran victoria. Nada de lo sucedido le mereció el amor que tanto deseaba de sus padres. Y mucho menos la admiración que en el fondo esperaba de su hermana. Sólo ocasionó dolor y distancia y soledad. Cinco años tirados a la basura. Nada sanaría solo. No era el camino. Y mamá las necesitaba a las dos.

somos cosmos que se cruzan en un punto exacto

lo que era finaliza y allí todo comienza

buscamos victorias que nos llegan a ahogar

como ríos correntosos nos arrastran sin piedad

Cada palabra desnudaba un poco más su corazón y no pudo sostener la vista. Fue entonces que, buscando la puerta de salida, su mirada se encontró con la de su hermana. Estaban las dos en ese mismo bar. De nuevo. La inesperada sonrisa con la que respondió Julia se sintió como un bálsamo y la canción concluyó:

decir adiós a un pasado inoportuno

las historias siempre están a tiempo de empezar

a veces es mejor perder para ganar

con ojos de presente nada puede salir mal

con ojos de presente nada puede salir mal

con ojos de presente nada puede salir mal